viernes, 21 de septiembre de 2007

Nueve jóvenes cacereños con Síndrome de Down participan en un proyecto pionero en la región para potenciar su nivel de autosuficiencia

María José aprende a vivir sola.

El convenio.
La colaboración entre la Asociación Síndrome de Down de Extremadura y la Escuela de Terapia Ocupacional no es nueva. Estas dos entidades tienen firmado un convenio para que los alumnos universitarios puedan realizar sus prácticas obligatorias en las instalaciones de la Asociación. Ahora, se trata de que estos universitarios colaboren de forma voluntaria (previsiblemente, les darán créditos de libre configuración) en el proyecto 'Aprendiendo a vivir'.
La presentación.

La presentación del proyecto 'Aprendiendo a vivir' tuvo lugar ayer por la mañana en el salón de actos de la Escuela de Enfermería y Terapia Ocupacional de la Uex. La sala se llenó de estudiantes universitarios y al acto no faltaron los protagonistas de la experiencia piloto: los nueve jóvenes que tratan de llevar una vida normal de manera autónoma. En la foto aparecen tres de los chavales que participan en esta iniciativa y, al fondo, alumnos de la Escuela.
El voluntariado.
El plazo de admisión de solicitudes para participar en el proyecto como voluntario está abierto hasta el 9 de marzo. La Asociación Síndrome de Down seleccionará candidatos y los formará para que puedan convivir con los jóvenes con discapacidad intelectual. Elvira Benito (en la foto de la izquierda) y Sofía González (en la imagen de la derecha) son alumnas de tercer curso de Terapia Ocupacional y ayer formalizaron su solicitud. Quieren ser voluntarias.
EL PROYECTO 'APRENDIENDO A VIVIR', EN BREVE
La experiencia: El proyecto 'Aprendiendo a vivir' es un modelo de formación experimental e interactivo orientado a la adquisición de niveles de autonomía e independencia y dirigido a personas con discapacidad psíquica mayores de 18 años.
Quién lo hace: La sede comarcal de Cáceres de la Asociación Síndrome de Down Extremadura. En el futuro, se prevé que la iniciativa se lleve a cabo en el resto de poblaciones donde la asociación tiene sede (Plasencia, Mérida, Badajoz, Don Benito y Villanueva y Zafra). Quién lo financia: El proyecto cuenta con la financiación y la colaboración de la Fundación Valhondo, el Ayuntamiento de Cáceres y la Federación de Servicios Públicos (UGT). Quién participa: Nueve jóvenes de Cáceres capital y la provincia con síndrome de Down. La asociación en Cáceres: Nació en el año 1997 y ofrece programas de atención primaria, área educativa, formación profesional, inserción laboral, vida independiente, atención a familias y ocio y deporte.


María José junto a su madre Josefina

María José Colina tiene el pelo rizado, con mechas rubias, y luce gafas de pasta. Ayer arrancó un sonoro aplauso al nutrido auditorio del salón de actos de la Escuela de Enfermería y Terapia Ocupacional de la Uex. «Quiero hacer las cosas yo sola. En el futuro me gustaría vivir con mis compañeros porque me siento muy bien con ellos en el piso». El testimonio de esta veinteañera cerró la presentación del proyecto 'Aprendiendo a vivir', una iniciativa piloto puesta en marcha por la Asociación Síndrome de Down Extremadura con el objetivo de potenciar el nivel de autosuficiencia de las personas con discapacidad intelectual. De momento, se trata de una experiencia de prueba que ha echado a andar en Cáceres y cuenta con la participación de nueve jóvenes con síndrome de Down. María José está entre ellos. Los nueve chavales conviven desde del mes de enero en una vivienda ubicada en el barrio del Espíritu Santo. Se rigen por un calendario de actividades donde se les asignan tareas de lo más cotidiano. Hacen y deshacen sus maletas, van a la compra, planchan, ponen la lavadora, hacen la cama y preparan su propia comida. También participan en un taller de sexualidad. A María José, por ejemplo, le encanta cocinar. «Hago paella, pescado y hamburguesas», detalla la joven. Su madre da fe del progreso experimentado por la chica. Se llama Josefina Horton, es de Venezuela y está casada con un español. El matrimonio decidió trasladarse a Cáceres porque, según relata Josefina, había muchos más avances en España para tratar y educar a su hija. «Al principio te da cosita dejarlos solos porque desde que nacen te dicen lo que tienen y tú sientes que vas a tener que estar con ellos toda la vida y arropaditos. Y el futuro, cuando una ya no esté, se te pone un poquito bastante chungo. Pero cuando te dan este tipo de proyectos, ves el cielo abierto. Sientes que ya te puedes morir tranquila. Yo sé que mi hija va a tener una vida que no va a ser una carga. Va a tener más facilidad. La puedo dejar con un tío, un primo o cualquier familiar y sé que no va a ser una carga tan pesada», detalla Josefina con su dulce acento. «Te da un orgullo grandísimo ver cómo hacen sus cosas», apostilla la madre. Búsqueda de voluntariosLa chica de pelo rizado con mechas rubias compartió mesa en el salón de actos con Joaquín Saussol, gerente de la Asociación Down Extremadura; Adela Domínguez, coordinadora de la sede cacereña de este colectivo; David Jaraíz, coordinador del proyecto 'Aprendiendo a vivir'; y Elena Felipe, profesora de la Escuela de Terapia Ocupacional. ¿Por qué la Asociación Down Extremadura presentó su proyecto a los estudiantes de Terapia Ocupacional? Buscan su colaboración. Según detalló David Jaraíz, antiguo alumno de este centro universitario, necesitan la implicación en la experiencia piloto de mediadores que convivan con los nueve chicos con síndrome de Down durante siete meses. El equipo profesional de 'Aprendiendo a vivir' está integrado por coordinadores, educadores, terapeutas ocupacionales, educadores sociales, psicólogo y personal administrativo. Los mediadores voluntarios se incorporarán a la experiencia piloto en su tercera fase, desde el mes de septiembre a marzo de 2008. En estos momentos, el proyecto se encuentra en la fase inicial, que se prolongará durante todo el mes de marzo. De abril a julio se examinará el progreso de los jóvenes en un entorno normalizado. La evaluación final se llevará a cabo a partir de marzo del año que viene. «Valoraremos si realmente están aprendiendo a vivir solos», apuntó David Jaraíz. María José y sus otros ocho compañeros no viven de forma permanente en el piso de la barriada del Espíritu Santo. Cada uno reside dos semanas en su casa y otras dos en el piso de la Asociación Síndrome de Down Extremadura. Los grupos van rotando, de forma que, en algún momento, todos convivan con todos. «La implicación de las familias es fundamental. Todo lo que se trabaje en la vivienda deben continuarlo en sus casas», añade el coordinador del proyecto. Antes de trasladarse a la vivienda compartida, todos sus inquilinos han recibido durante dos años formación en talleres de autonomía. Ahora se trata de llevarlo a la práctica. Y, de momento, parece que la cosa no se les da mal. Los miembros de la asociación mostraron ayer fotografías y vídeos en los que se veía a los jóvenes con síndrome de Down hacer la compra en una gran superficie, sacar sardinas del horno o recorrer la ciudad a bordo de un autobús urbano. Como la vida misma.Adela Domínguez habló desde su doble óptica. Lo hizo como responsable de la sede cacereña de la Asociación Síndrome de Down y como madre de un niño con discapacidad psíquica. «Hay que hacer que vivan su propia vida. Queremos que ellos vivan como cualquier otro joven porque ellos tienen que hacer su vida. Ellos son más lentos, pero son capaces de conseguir lo que se proponen», afirmó. Y remarcó: «La persona con síndrome de Down es única e irrepetible, cada una es única y cada una tiene unas capacidades». Al término de la presentación del proyecto, los alumnos de Terapia Ocupacional -la mayoría son chicas- se acercan a David Jaraíz y le piden información para sumarse al proyecto. Según avanzó la profesora Elena Felipe, se intentará que esta colaboración cuente a los alumnos como créditos de libre configuración. Ni Elvira Benito, ni Sofía González necesitan créditos de libre configuración para terminar su carrera. Están en tercer curso. Quieren formar parte del proyecto porque les ilusiona la aventura. «Es un paso muy importante. Son personas normales, un poquito más lentas que nosotros, pero que pueden llevar una vida totalmente normalizada», valora Elvira.«Es una experiencia única para ellos y para nosotros. Para ellos no es fácil que les den esta oportunidad. Y para nosotros es una experiencia irrepetible», dice Sofía. A otras ciudadesLas previsiones de la asociación pasan por extender este proyecto al resto de poblaciones donde el colectivo tiene presencia (Mérida, Don Benito y Villanueva de la Serena, Plasencia, Badajoz y Zafra). María José no puede evitar la emoción. Con los aplausos de fondo, se lleva la mano a los ojos y, de forma discreta, se limpia las lágrimas. Concluye su intervención, baja de la tarima y busca el beso de su madre.