lunes, 11 de mayo de 2009

Mi hija tampoco está enferma


Efectivamente, mi hija Natalia no padece ninguna enfermedad. Si es verdad que es un S.de Down, y eso la hace que tenga unas características determinadas, pero sin duda se encuentra estupendamente de salud como cualquier otro niño. Realmente, el desconocimento que se tiene sobre los Síndrome de Down en la sociedad en general es preocupante. Basta decir, que navegando en Internet me he encontrado con una web especializada en el mundo infantil, que se dedica a aconsejar y divulgar información sobre todo lo relaccionado con los niños, maternidad, enfermedades, etc., y en ella, una de sus publicaciones contenía ésta afirmación "el síndrome de down es una enfermedad". Por favor, ¿qué síntomas tiene mi hija? picor de ojos, estornudos, fiebre ......., ah ¿y cómo se le cura? anbibióticos, paracetamol,...... , ¡ah bueno, que es una enfermedad incurable! y no tiene tratamiento. ¡Dios mío!, pero oiga, éste error y otros muchos entorno al SD. no crea que lo comete cualquiera (si lo comete cualquiera no tiene importancia, incluso es casi normal) ¡no!, el problema es cuando se lo escuchas decir a personas a las que se les presume un nivel formativo y cultural mediano-alto. Esto es lo lamentable y triste, o como por ejemplo cuando te dicen que un médico en una consulta ha tratado al niño con los términos de mongólico y además a realizado algún comentario inoportuno, ¡Dios mío! a estas alturas utilizando estos términos arcaicos y con esa actitud, pero por favor en que mundo vive el troglodita. Los padres deberían haberle dicho: "insensible cavernícola con batín blanco", que está usted diciendo?.............. Espero que esta situación no vuelva a pasar y que si ocurre lo denunciemos y divulgemos para poner al sujeto en su sitio. Este ejemplo, es uno de los muchísimos que nos podemos encontrar o que nos han pasado alguna vez a aquellos que tenemos niños distintos, y que a algunos no parecen gustarles. Son muchas las barreras que debemos derribar, pero sin duda los obstáculos más difíciles de esquivar son los mentales.
Por J. Nicolás Caballero Mendoza