martes, 21 de septiembre de 2010

Cómo educar a los hijos ( I parte)

COMO EDUCAR CON DISCIPLINA Y CARIÑO

Hay personas que consiguen educar sin castigos. dotados de humor y cariño, con tiempo y pocos niños que educar, con medios para proporcionarle un ambiente alegre y libre de tensiones fuertes, cuando los chicos tienen una dosis normal de satisfacción afectiva, entonces lo pueden hacer. todos hemos conocido padres ideales, profesores ingeniosos y amables. También nosotros podríamos conseguir mucho más de lo imaginable si pusiéramos inteligencia, humor y afecto en la tarea. Y esto sería el camino normal de la educación.
Sin embargo, la realidad es mucho más limitada en la mayor parte de los casos. Padres y maestros estamos enrolados en un sistema mal planteado por la sociedad y nosotros mismos. Las prisas y la masificación de todas las instituciones obstaculizan el ejerci cio del humor y del amor. Los niños, sometidos a demasiados estímulos y desequilibrios internos tampoco están dispuestos a una fácil disciplina y aceptación, interpretando la paciencia como blandura y el respeto a la autoridad como un juego. Y como necesitan normas, autoridad y respeto, llega un momento en que debe saber que "la cosa va en serio", porque hay unos límites que no se pueden traspasar. Aparece la sanción en escena ¿cuál sería su naturaleza?

El castigo sería un instrumento, por sí solo ineficaz, que vendría en ayuda de aquel "camino normal" de la enseñanza de las normas morales y de la amistosa persuasión. Como esas medicinas que ayudan algo, pero que no son nada útiles si el enfermo no coopera, no tiene deseo de vivir, ni se le cuida o alimenta debidamente.
El castigo sería un frenazo momentáneo a un comportamiento irresponsable o peligroso, para sí o los demás, un stop que no debería dejar al niño angustiado y mudo, sino receptivo y capacitado para cambiar.
Cuando un muchacho se porta mal habitualmente es que algo muy profundo falla en su afectividad o en su madurez intelectual. Hay que intentar entonces la tarea de arreglarle desde dentro pero la peligrosidad de su conducta exigirá también una CURA DE URGENCIA, no para remediar nada definitivo, sino para detener la hemorragia. Eso sería el castigo admisible en educación. Castigar sabiendo que lo que cura es la reflexión y buena voluntad del niño posterior al castigo. Y que impedimos esa voluntad si castigamos mal, demasiado, improvisando, dejando al niño solo, a merced del castigo, sin iluminarle alguna alternativa o caminos posibles a recorrer.

CLARAS CONSECUENCIAS: LA PROPORCIÓN.
Los castigos tienen que ser proporcionados a las fuerzas de los niños que son, la sensibilidad, voluntad e inteligencia. Si un castigo moderado lo consigue no apliquemos dosis irritantes. La gran paliza, el escarmiento atroz, son desde luego, atroces, porque quieren lograrlo todo de una vez para siempre. Los castigos corporales espectaculares son peligrosos: producen odio y resentimiento internos, humillación y desprecio de sí mismos o mayor agresividad, según los temperamentos. todo castigo desproporcionado paraliza la inteligencia del buen obrar, la comprensión de la norma. La mayor parte de los castigos corporales son castigos sin proporción.
Ahora bien, ¿cómo se halla la proporción?, la medida de un castigo no depende sólo de la gravedad objetiva de la acción cometida, sino de la mentalidad infantil o juvenil con que ésta se ha realizado. Para ellos no es tan grave lo que han hecho, y hay algo de verdad. si los castigamos como haría la ley, no lo comprenderían. En todo niño o adolescente existe el atenuante de la inmadurez, y los niños "difíciles" son enfermos de madurez. El castigo tiene que estar también proporcionado a esa inmadurez
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COMO EDUCAR CON DISCIPLINA Y CARIÑO (II parte)

LA EXPLICACION

Los niños indisciplinados suelen ser impulsivos e irreflexivos. No ven la trascendencia de sus acciones, "total, por perder sin darme cuenta el cuaderno de matemáticas en el parque..." (casi siempre se pierden las asignaturas difíciles) "tanto jaleo por volver tarde a casa..." O bien son reflexivos pero no aceptan la norma, aunque pactaron su cumplimiento. en general, tienen un modo muy peculiar de percibir su actuación:





A) Reducen la acción a sus términos materiales, sin querer ver su fondo y trascendencia. Media hora más tarde son treinta minutos de retraso ocasional, no es para ellos riesgo de una desobediencia progresiva, o el comienzo de una libertad peligrosa (hay padres que tampoco lo ven). con ocasión del castigo alguien tiene que enseñarles lo que significa realmente la mentira, el desorden, la falta de cumplimiento de la palabra dada, el abuso de los pequeños, el espectáculo peligroso.

B) Quieren hacernos ver que sus actos surgen espontáneamente de la nada "sin querer", "por casualidad" "no me acordé". Alguien debe decirles que quien pone la causa, quién el efecto "Tu no querías hacer daño a tu hermano, pero le has dejado solo ahí subido y se ha caído".Se arriesgan demasiado, imprudencia culpable, porque no quieren dominar los impulsos de ir a lo suyo, pase lo que pase.

C) Presentan su comportamiento como aislado del mundo que les rodea, ignorando, como dice el filósofo, que nos e puede hacer aquello que si todos lo hicieran sería una ruina la comunidad. "¿Qué mal hay en que yo, de una biblioteca tan grande, haya cogido un libro pequeño?" Pero si muchos lo hicieran... No les gusta entender el sentido comunitario de la vida, lo que significa "aprovecharse de que los demás obren bien".

Por lo tanto no podemos dejar a un niño a merced de la confusión mental que pueda surgir después de un castigo. Para que la amargura no le invada, hay que explicarle de alguna manera en que consiste su culpabilidad, y por qué tiene que actuar así la persona responsable de una autoridad. Se trata de ayudarles a ver la pena como una reparación justa, y al educador o padre como responsable de unas normas y cumplidor de su deber. Quien castiga a un niño o adolescente tiene el deber de ir más allá del castigo, condescendiendo a dar alguna explicación razonable y superando la lógica indignación que tantas veces nos quita las ganas de hablar.