Consuelo tiene un apellido larguísimo y que suena muy aristocrático: Gonzálvez de Miranda Álvaro. A sus 26 piensa en comprarse un piso, vivir por su cuenta, trabajar y tener su dinero. Como todo el mundo. Tres cuartas de lo mismo de lo que le sucede a Jacinto García Domínguez, de 28, con novia desde hace 10 y que vive entre semana en un piso compartido. Los dos nacieron con el síndrome de Down y ambos están bregando con todos los obstáculos que impiden conseguir un trabajo fijo, serio, duradero y que les guste.
Jacinto y Consuelo se han quedado sin trabajo, pero
trabajan en otro proceso formativo
Atención constante
trabajan en otro proceso formativo
Atención constante
Conciliar trabajo y discapacidad es todo un desafío, y más cuando esa discapacidad es intelectual. La crisis tampoco ayuda. En Cáceres, solamente hay dos personas con síndrome de Down trabajando, aunque el panorama se pone esperanzador con el proyecto del Gran Teatro, que prevé integrar a dos o tres personas como acomodadores. Ahora mismo están en pleno proceso de formación. La inserción laboral de estas personas es un camino muy largo en el que no se deja nada al azar, tal y como explican responsables de Down Extremadura. Su metodología se basa en la atención constante a la persona que empieza en un empleo. Es básica la figura del preparador laboral, que es, sobre todo al principio, una especie de bastón en el que se apoyan los trabajadores con síndrome de Down. Dentro de la propia empresa un empleado se convierte en el «apoyo natural» de estas personas en su desenvolvimiento diario. Para llegar al feliz desenlace de lograr un empleo hay que sondear las empresas, valorar el puesto que ofrecen y seleccionar cuidadosamente al candidato, en función de mil y un factores, desde su perfil hasta sus habilidades. Después de la inserción hay que comprobar que todo va bien.
¿Qué efectos positivos tiene el trabajo en las personas con síndrome de Down? «Pregúntales», aconseja Natalia Mendo, preparadora laboral. «Nos gustaba», comentan tímidos Jacintos y Consuelo, que están en el proceso formativo del Gran Teatro. La autoestima , la autonomía y el sentirse útiles son argumentos de peso. También el ganar un sueldo propio, aunque sea muy pequeño. Natalia clama por una estabilidad laboral muy difícil de conseguir. «Las instituciones hacen lo que pueden». Falta, sobre todo, una implicación de la empresa privada.
Modélico es el caso de Agustín Sánchez, de 31 años, que lleva trabajando cinco años como reponedor en Carrefour, de lunes a sábado, de 7:30 a 11:30 h. "Estoy muy bien con contrato fijo", señala, de baja por un constipado.
Lo de Begoña Lancho pinta muy bien. Lleva dos meses trabajando en 'Fresenuis Medical Care', un centro de diálisis con sucursales en toda España. Tiene un contrato de un año y se encarga de preparar los desayunos y los bocadillos a los pacientes, y de organizar la cocina. A sus 20 años viene a Cáceres todos los días desde Portezuelo, con madrugón incluido, pero sonríe, y el equipo que la rodea parece satisfecho. Prepara jugosos bocatas de jamón mientras enfermeras y médicos se van preparando para la foto. Quieren salir todos, arropando a esta trabajadora tan especial.Modélico es el caso de Agustín Sánchez, de 31 años, que lleva trabajando cinco años como reponedor en Carrefour, de lunes a sábado, de 7:30 a 11:30 h. "Estoy muy bien con contrato fijo", señala, de baja por un constipado.