miércoles, 6 de abril de 2011

El estrés crónico genera depresión y aboca a las adicciones


El psiquiatra Fernando Sarráis sostiene que el cansancio producto de la tensión se traduce en enfermedades psicosomáticas

El estrés crónico puede conducir a la larga al padecimiento de una depresión y favorecer el desarrollo de adicciones, generalmente al tabaco, el alcohol, las drogas o la pornografía. El psiquiatra y psicólogo Fernando Sarráis, especialista de la Clínica Universidad de Navarra, sostiene que a partir de los 40 años, cuando la resistencia al esfuerzo sostenido en el tiempo flaquea, es frecuente que el cansancio se traduzca en dolencias corporales, como cefaleas, astenia, insomnio, dolores de espalda, molestias digestivas e hipertensión arterial, entre otros síntomas.
Durante la presentación del libro 'Aprendiendo a vivir: el descanso' (Eunsa), del que Sarráis es autor, el experto aseveró que en muchos casos los aquejados de estréscrónico acaban errando de consulta en consulta sin dar con el origen de sus males. "Suelo decir a mis pacientes que después de la tensión viene la depresión", arguye el psiquiatra.
Las enfermedades psicosomáticas producto del estrés se suelen dar en personas de carácter perfeccionista, muy responsables, autoexigentes, competitivas, voluntariosas, propensas a obsesionarse y con una marcada tendencia a sentirse culpables de las cosas que no funcionan en su entorno. como el consumo excesivo de analgésicos, el juego con apuestas de dinero o las compras compulsivas
Cuando el paciente llega al límite de lo soportable es posible que se entregue a "actividades poco convenientes",. Otras veces el sujeto víctima del estrés se entrega a comer dulces o recurre a la pornografía como forma de evasión. Para Sarráis, se crea así un círculo vicioso que desemboca en la frustración, que a su vez se trata de contrarrestar con fórmulas de evasión poco gratificantes a largo plazo.
Aprender a desconectar
Con todo, el psiquiatra apunta que hay actividades que promueven emociones positivas y neutralizan las negativas. El ejercicio físico, la visión de películas, el juego, las excusiones, los viajes, las manualidades, la práctica de la jardinería o rodearse de animales de compañía ayudan a liberar el estrés.
Desde el punto de vista afectivo, el cansancio se manifiesta en una "menor atracción afectiva de las cosas agradables, que es como una anestesia de la afectividad". De esta manera, el sujeto tiene serias dificultades para disfrutar y relajarse.
A veces, en casos de agotamiento extremo, actividades que resultaban gratas se vuelven pesadas. "En estas circunstancias, conviene dejar de hacer lo que cansa y esperar que vaya apareciendo la energía física o psíquica que permita llevar a cabo lo que hace disfrutar y descansar", escribe el especialista.
En opinión del psiquiatra, que resume en el libro sus 25 años de experiencia en la consulta, es preciso aprender a desconectar, "que significa dejar transitoriamente de pensar, recordar, imaginar y sentir la responsabilidad por las tareas que se realicen".
Ciertas personas demasiado autoexigentes, volcadas en el trabajo y las actividades útiles, deben convencerse, según Sarráis, de que el descanso "es un deber, un trabajo más, como comer, dormir o asearse". Y es que los efectos positivos del descanso se manifiestan en forma de energía y bienestar físico, jovialidad, rapidez de pensamiento y voluntad para acometer nuevos planes.
Equilibrio entre la cabeza y el corazón
Según el psiquiatra, los propensos a acumular estrés crónico han de aprender a delegar, aceptar con buen humor el fracaso y la frustración y "no hacer depender el prestigio personal de la realización perfecta de tareas".
Las prisas son enemigas del descanso. Las personas "con avaricia de tiempo" suelen tender a hacer varias cosas a la vez. Sarráis aconseja a este tipo de personas apresuradas que se persuadan de que, en ocasiones, no hacer nada es muy saludable. Al mismo tiempo deben aprender a hacer las cosas despacio. Por todo ello, las personas más contemplativas que activas "disfrutan más y descansan de lo hecho con la nueva actividad que emprenden".
Sarráis argumenta que "las personas que están en tensión permanente y no saben tomarse el antídoto acaban rompiéndose, especialmente a partir de los cuarenta años". El experto apuesta por alcanzar un equilibrio entre la cabeza y el corazón, entre la inteligencia y la afectividad. "Lo contrario (el desequilibrio) produce personalidades inmaduras (neuróticas, en términos psicológicos), condenadas a padecer cierto grado de angustia existencial, y para la que es difícil conseguir la felicidad.