Nerea Laso Casero nació el 30 de noviembre de 1999 en Zafra. Sus padres, Chari y Pedro; y sus hermanas, Natalia y Nuria, la adoraron desde el principio y la convirtieron en la parte más importante de sus vidas. Nació con ese ángel que tienen todas las personas con síndrome de down, algo especial que las hace se auténticas y únicas. Es difícil entender, y mucho menos aceptar, por qué falleció el 14 de noviembre de 2012, después de quince días hospitalizada en Badajoz y cuando aún no había cumplido 13 años. Sus seres queridos, su familia y amigos, aún estan sobrecogidos.
Nerea comenzó su andadura escolar cuando era muy pequeñita, en el centro de educación infantil Virgen de Belén, Luego pasó al colegio de primario Germán Cid. Hace poco había iniciado una nueva etapa en el colegio de educación especial Antonio Tomillo. Su madre recuerda que estaba muy contenta. Cada día deseaba que llegara la hora de irse al centro con sus nuevos amigos. Hablaba, sobre todo, de Betty.
Durante su corta vida, los que la conocieron aseguran que "fue una niña muy trabajadora a la que le gustaba aprender". Dan fe de ello tanto sus profesoras de la Asociacioón Síndrome de Down de Zafra, como las de Educar para Integrar, de Fundación Asmi. De ellas aprendió con entusiasmo y alegría. A todas les aportó mucho como persona.
A Nerea le encantaba ir a sus clases y disfrutaba especialmente con los teatros de la sede, los Jedes y la gimnasia rítmica. Consiguió una medalla de oro con una coreografía que entusiasmó al público. Vestida con un maillot multicolor, los espectadores fueron testigos de su esfuerzo y le aplaudieron emocionados. Ese día fue uno de los más felices de su vida. De la suya y de la de toda la familia, que una vez más se mostró orgullosa de ella. Aquella medalla fue un sueño, pero también un premio a su perseverancia.
Pasear, jugar a la video consola y al ordenador, ver películas de Disney y cantar canciones de princesas eran sus principales aficiones. Su madre recuerda que se levantaba por la mañana y ya empezaba a cantar. Y ahí estaban siempre Nuria y Natalia haciéndoles fotos mientras ella posaba para inmortalizar los momentos cotidianos y felices que todos compartían. "Yo a Nerea la quería aún cuando no tenía nombre, la amé durante nueve meses solamente con sentir sus patadas en el vientre de mi madre, pero cuando nació comprendí que ella era todo lo que necesitaba para poder vivir feliz". Aprendí entenderla,la ayudé en todo lo que estuvo a mi alcance, ella me ha guiado, sus pasos eran también los míos, sus logros eran satisfacciones, la amaba por su fuerza, su inteligencia, su constancia, su esfuerzo, entre infinidad de cosas. La seguiré amando siempre por ser la mitad de mi vida, por nacer cuando yo tenía 12 años y tener que irse cuando ella los tenía. Efímera su oportunidad de crecer pero intensa su vida y todo lo que nos ha aportado, de lo que jamás nos podremos desprender. La quiero simplemente por haber sido y por ser, porque para mí jamás se habrá ido."Agradecida por cruzarse en mi camino y por orientarme siempre", comenta Nuria sobre Nerea.
Para su madre, Nerea siempre será su princesa y nunca dejará de amarla aunque su recuerdo la duela tanto. Por su parte, Natalia, su hermana mayor, guarda en su memoria pequeñas anécdotas. "Le enseñé a rezar. Y como yo no veo bien. ella rezaba por mói. Una noche rezamos y al despertarnos me dió mil besos, como siempre, y me preguntó con fuerza: ¿Ya ves? Casi me la como. Nos meábamos de risa", explica Natalia, quien también sonríe al recordar algunas de la palabras que decía a Nerea. "¡Te voy a comer! y ella le contestaba ¿a besos quieres decir?, porque yo no soy una comida, hija, soy una persona".
Con sus anécdotas y su dulzura, Nerea formará siempres parte de la vida de sus padres, hermanas, tío y primos. Esos que tanto la querían. Ella será siempre la pequeña princesa que decidió viajar al país de las hadas.