Según algunas estadísticas vemos la televisión una media de casi 4 horas al día. Este medio tan absorbente hace que el tiempo que dedicamos a esta actividad sea realmente excesivo y desproporcionado en relación con el que destinamos a otras cosas. ¿Habéis pensado qué consecuencias tendría dedicar diariamente ese tiempo a realizar otras actividades como jugar a baloncesto, leer, tocar un instrumento, etc.? Seguramente seríamos grandes deportistas, lectores o músicos, ¿no?
La actitud pasiva que implica ver la televisión hace que sea muy fácil realizar esta actividad. Las características del medio lo convierten en enormemente influyente. Como adultos debemos ser conscientes de que hace falta controlar y supervisar el tiempo que los niños y jóvenes pasan ante el televisor y también aquello que ven.
Para los más pequeños, este tiempo no debería superar los 30-60 minutos al día y los contenidos deberían seleccionarse muy bien. Por ejemplo, un capítulo de dibujos, un programa infantil adecuado para su edad. Hay que conocer los que recomiendan expertos en la temática, así como seguir los consejos de restricción que las diferentes cadenas establecen según las edades (véanse las Recomendaciones del Consell de l’Audiovisual de Catalunya). A estas edades, ver la televisión puede ser un buen momento para calmarse si lo que miran es apropiado. Por ejemplo, antes de dormir la siesta, por la noche..., pueden encontrarse momentos adecuados para ver un rato la tele. Se deben evitar costumbres como levantarse y encender la tele como actividad esperada para comenzar el día o entretenerlos con la tele para que coman. Ver la tele no debe ser ningún premio, ya que le estaremos dando una importancia que no debe tener.
A partir de cierta edad, cuando los niños ya no son tan pequeños, podemos aprovechar estratégicamente la televisión como herramienta educativa y no sólo como un entretenimiento. Se deberá hacer una selección de lo que se puede ver y aprovechar situaciones reflejadas en los diferentes programas para hablar con nuestros hijos y reflexionar sobre ellos (noticias referentes a los niños, actitudes de deportistas, conflictos entre países, documentales, etc.). Por norma no se deberían superar los 30-60 minutos de televisión al día y tendrían que ser momentos para descansar o en los que no se pudiesen hacer otras cosas. Puede haber excepciones, como por ejemplo ver una película.
A medida que van creciendo y adquieren una cierta capacidad crítica debemos darles más autonomía para decidir y, por tanto, debemos fomentar que ellos mismos autorregulen el tiempo dedicado a la televisión. Igualmente es muy recomendable tener un cierto control y supervisión de lo que están viendo.
¡No es necesario decir que de ninguna manera estas “dosis diarias” deben ser una obligación!
Sin duda, todo esto hace que tengamos que dedicar tiempo a nuestros hijos para ofrecerles alternativas a la televisión. La familia y la escuela deben ser el contrapunto a los efectos no deseados de los medios de comunicación.