viernes, 17 de abril de 2009

La ayuda de 250 euros no te soluciona nada

Marisa Ordóñez, tiene un hijo de 25 años discapacitado intelectual.

En Mérida Marisa sale con su hijo Adrián del centro de Aprosuba, ayer.

El reloj marca pocos minutos para las 8.30 horas; Marisa despierta a su hijo Adrián, que desayuna, se da una ducha, se viste y coge un autobús para acudir a un centro educativo. Esta rutina diaria no tendría nada de particular si no fuera porque Adrián tiene 25 años y es dependiente, ya que padece un 82% de discapacidad intelectual. Eso es lo que cada mañana vive Marisa Ordóñez, una ama de casa que lleva 22 años cuidando a su hijo y que únicamente cuenta con algo menos de 250 euros de ayuda de la administración, una cantidad "que no te soluciona nada", ya que "quién me va a ayudar a atender a mi hijo por ese dinero, siquiera un par de horas".

Una vez que Adrián está listo y sale de casa de Mérida acompañado por su madre, coge un autobús --que costea la asociación Aprosuba a la que pertenece-- para estar hasta las 17.30 horas en este centro especial, hora a la que Marisa acude a recogerlo y, una vez de regreso a su hogar "ya no tengo tiempo para nada, tengo que estar siempre pendiente de él", comenta. Recibe bien a la ley de dependencia, porque cualquier ayuda añadida es buena, pero enseguida aclara que con esa cuantía de dinero "no me puedo permitir el coste que supone que una persona atienda a mi hijo". El dinero que entra en su casa es el que aporta su marido, autónomo.

Ambos se dieron cuenta a los pocos meses de nacer Adrián de que algún problema tenía, ya que "no hablaba nada cuando tenía más de un año". Tienen otro hijo, de 20 años, que Marisa quiere que "haga su vida", porque "el problema es mío, no suyo", pero tener una hermano con esta enfermedad "algo te condiciona", matiza.

Por eso, reivindica una atención "más individualizada" de los servicios públicos" .