"La genética condiciona el aprendizaje; no lo determina"
Miguel López Melero, catedrático de Didáctica y Organización Escolar de la Universidad de Málaga y uno de los artifices del Proyecto Roma, en el que ha participado Pablo Pineda desde que tenía seis años rechaza de forma tajante que sus capacidades intelectuales y sociales tengan algo que ver con sus posibilidades genéticas. También mantiene que el caso del primer Síndrome de Down que en Europa consiguió una licenciatura y que ahora ha sido galardonado con la Concha de Plata en el Festival de San Sebastián no es una excepción.
Miguel López Melero, catedrático de Didáctica y Organización Escolar de la Universidad de Málaga y uno de los artifices del Proyecto Roma, en el que ha participado Pablo Pineda desde que tenía seis años rechaza de forma tajante que sus capacidades intelectuales y sociales tengan algo que ver con sus posibilidades genéticas. También mantiene que el caso del primer Síndrome de Down que en Europa consiguió una licenciatura y que ahora ha sido galardonado con la Concha de Plata en el Festival de San Sebastián no es una excepción.
«Genéticamente hablando, los síndrome de Down se dividen en Mosaicos, Traslocación y No Disyunción. En principio, estos últimos sería los que tienen menos posibilidades congnitivas. En este grupo está el 95% de los síndrome de Down, y en este grupo está Pablo Pineda».
López Melero explica que ha trabajado con Pineda durante 28 años -desde que Pablo tenía seis- y que su desarrollo intelectual y social, además de por el entorno familiar, ha sido posible por el modelo educativo seguido a través de Proyecto Roma: «Hay dos modelos educativos y dos prácticas en la escuela. En uno, los profesores y los padres piensan por el niño desde que nace y generan en él un comportamiento dependiente. En el nuestro, los maestros y los padres confían en las posibilidades del chico y desde que nace se le trata de forma normal, con las mismas exigencias que a cualquier otro. Nuestro modelo se basa en la teoría socioconstructivista, para la que el desarrollo humano depende de las interacciones con los demás. No hay que cambiar a las personas, hay que cambiar al sistema».
«Yo no digo -añade- que no presenten mayor precariedad cognitiva y menos conexiones sinápticas; digo que si la educación que se les da es inferior, su desarrollo será inferior. La genética puede condicionar el aprendizaje, pero en ningún caso lo determina».
Evolución
El catedrático asegura que en 35 años ha trabajado con más de 2.500 chicos Síndrome de Down, «y el de Pablo Pineda no es un caso excepcional. Hay muchos otros». Además, recuerda que la evolución del colectivo en los últimos 50 años ha sido mucho mayor que la del resto de la población: «Antes se consideraba que no podían aprender y no se les enseñaba. Ahora, con un modelo educativo pobre, pueden llegar a ser autónomos».